El perdón a los padres


Raquelsuma nos propuso, a partir de un texto de Alice Miller, este debate tan interesante.

El saber proscrito

Tusquets Editores, 1990

Alice Miller, Psicoanalista

Fuente: http://www.antipsiquiatria.org/espanol/AlicePinocho.html

[Lamentablemente el enlace ya no existe]

El paciente necesita estar rodeado de personas que se pongan sin reservas a favor del niño. Yo no encontraba en ninguna parte a esas personas, ni siquiera en los terapeutas primarios. Quería saber lo que había sucedido en mi primera infancia, pero me faltaban los instrumentos necesarios. Con mis herramientas de sicoanalista no iba a ninguna parte. Viendo cómo muchos terapeutas siguen negando la verdad acerca de los malos tratos en la infancia, no me cuesta nada imaginarme que ahí se halla una parte importante de la respuesta a mi pregunta.

Al principio casi no podía concebir que mis ideas fuesen correctas a pesar de ser yo la única que las sustentaba. Si todos estaban de acuerdo, pensaba, en que sólo se pueden superar los síntomas si se perdona a los padres, ¿cómo puedo estar segura de no engañarme? Al fin y al cabo todos los demás, en conjunto, tienen que poseer mucho más experiencia que yo. Sólo una cosa me dio la respuesta: los recuerdos, recientemente evocados, del terror destructivo de mi madre. Comprendí que ese acuerdo general entre todos los terapeutas no es fruto de sus experiencias, sino de su educación.

En las numerosas discusiones en grupo en las que abordé el tema, apenas si había terapeutas que pudieran desprenderse de la creencia de que para librarse de los síntomas hay que perdonar a los padres… No se daban cuenta que de tal manera ejercían una manipulación pedagógica, y ello para alcanzar un objetivo al servicio de la moral tradicional. Al aliarse con dicha moral, los terapeutas recogen la herencia de los educadores que siempre se ponen de lado de los adultos y en contra del niño.

El sustrato moral de esas terapias era la ineludible exigencia educativa de perdonar a los padres una vez pasados los accesos de ira temporalmente permitidos. Tuve noticia de una persona que, al final de una terapia semejante «se lo perdonó todo» por fin a su padre ”un sádico”, y al cabo de dos años mató, sin motivo aparente, a un hombre que no tenía culpa de nada. Esa información confirmó mis suposiciones.

Como ya ha perdonado a sus padres durante la terapia, el sujeto no podrá dejar paso a sus nuevos sentimientos de ira, y correrá el riesgo de proyectarlos sobre otras personas. Dado que entiendo por terapia el descubrimiento sensorial, emocional y mental de la verdad reprimida en el pasado, veo en la exigencia moral de reconciliación con los padres un bloqueo y una paralización insoslayables del proceso terapéutico.

[En las cartas a Miller se hallan a menudo afirmaciones de sicoanalistas:]

 

«Eso sin duda fue un mal trago para usted, pero hace ya tanto tiempo. ¿No va siendo hora de olvidarlo?»

«El odio no le hace a usted ningún bien, le envenena la vida y prolonga su dependencia de sus padres. Hasta que no se reconcilie con sus padres, no se verá libre de ellos».

«Intente ver también el lado positivo. ¿Verdad que sus padres a los que usted califica de malvados le pagaron sus estudios? ¿No le parece que usted es injusta?»

«No quiero forzarla a perdonar, pero no tendrá usted paz si sigue siendo tan intransigente, si no perdona».

«Nadie se cura echándole la culpa a otros. No hay que olvidar que el niño también tiene una responsabilidad».

«Los padres también son personas y pueden equivocarse».

 

[En su libro Miller les responde a los analistas:]

 

Todas estas afirmaciones tienen algo en común: son desorientadoras y falsas, pero pasan generalmente por verdaderas, pues las conocemos desde siempre. El odio reprimido e inconsciente tiene efectos destructores, pero el odio vivido no es veneno, sino uno de los caminos por los que se sale de la trampa, del disimulo, la hipocresía o la franca destructividad. Y uno en verdad se cura cuando, libre de sentimientos de culpabilidad, deja de exonerar a los auténticos culpables; cuando uno se atreve a ver y sentir por fin lo que éstos hicieron.

Cuanto más claro veía que muchos de los actuales terapeutas se dedicaban a proteger el sistema educativo de sus padres a costa de los pacientes, mayor se volvía mi desconfianza hacia las terapias.

Puedes seguir el debate en este enlace:

[Aquí venía un enlace al foro donde se discutía este artículo. El enlace ya no existe]